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lunes, 4 de enero de 2021
Curso de microcirugía para residentes... con roedores en el Estabulario del IdISBa.

Son Espases concluye una formación práctica para siete futuros especialistas en Cirugía Ortopédica y Traumatología en la que han operado guantes de látex, muslos de pollo y ratas

 

 

Futuros microcirujanos. El servicio de Trauma del hospital de referencia completó esta pasada semana un curso para preparar a sus residentes a meterse en un quirófano para reimplantar una extremidad perdida

 

 

 

Nadia Mora, adjunta del Servicio de Cirugía Ortopédica y Traumatología de Son Espases es, también, tutora de los médicos interno residentes (mires) que se forman en su departamento. En estos últimos meses les han ofrecido una formación práctica y experimental en microcirugía que concluyó el pasado viernes con una intervención realitzada a unos pacientes vivos: unas rates del estabulario del Instituto de Investigación Sanitaria de Balears (IdISBa) convenientemente sedadas. «El curso se ha montado porque està demostrado científicamente que la práctica mejora la destreza», comienza la doctora Mora que explica que en el cursillo han participado 7 residentes R-3, R-4 y R-5, esto es, de los tres últimos años de formación para una especialidad que requiere cinco. Y que se han decidido por los mires más experimentados porque la formación aborda el complicado uso de material quirúrgico microscópico. Se trata de prepararles para intervenir en dos posibles eventos: el agudo que supone, por ejemplo, el reimplante de un dedo recientemente amputado, o el crónico que supondría entrar en el quirófano para reparar una lesión en ese mismo dedo pero producida en esta ocasión por un corte o una fractura Antigua que, revela la especialista, «se cura también con microcirugía cortando la parte anómala del nervio afectado».

 

El curso ha tenido su parte teòrica y una parte práctica que sus impulsores han decidido abordar en tres fases. «La primera consistió en suturar un guante como los que llevamos para protegernos de la covid. Se trata de un tejido muy fino que hay que coser con un hilo igualment fino, del tamaño de un pelo de cabello, y ayudándose siempre de la ayuda de un microscopio», comienza la doctora Mora.

 

En la segunda fase se abordó la sutura vascular y para ella se utilizó un animal exvivo, «un cuarto de pollo de Mercadona», asienta más pragmática la especialista tutora. «La usamos porque la arteria del muslo es igual a la arteria de un dedo humano. Como el animal está muerto y no bombea sangre, comprobamos que la intervención está correctamente realizada poniéndole suero fisiológico con coloración que nos permite ver si hay fugas en caso de que la sutura no está bien hecha».

 

Para la tercera fase del curso, llevada a cabo el pasado viernes en los quirófanos del IdISBa, se usaron rates winstar del estabulario del propio Instituto investigador, «unos roedores de palmo y medio de largo», detalla la doctora Mora rechazando la imagen estereotipada de los ratoncitos blancos y con los ojos enrojecidos habituales de los laboratorios. «Antes de la intervención un veterinario las seda con un respirador y luego con gas las duerme», añade para evitar críticas de los defensores del bienestar animal. Este tercer ejercicio práctico comenzó separando la grasa de la arteria femoral del animal situada, como en el ser humano, en cada una de sus extremidades. «Pinzamos la arteria por sus dos extremos y luego la cortamos para suturarla a continuación. Una vez acabada la intervención, quitamos las dos pinzas y si la sutura no está bien realizada, perdería sangre porque el animal esta vivo y su corazón sigue latiendo y bombeando. Pero si está bien hecha, no habrá profusión sanguínea», concluye la tutora.

 

La alumna:

 

«Habría que hacerlo todos los años». La doctora Rosa Villar, una residente en su tercer año de formación, ha sido una de las participantes en este cursillo práctico que anima a repetir cada año.

En el momento de hablar con este diario acababa de suturar la primera de las arterias femorales de su rata, operación que necesitó unos retoques posteriores porque la sutura no era todo lo firme que se precisaba. «La segunda irá perfecta», afirmaba con confianza ya que, señalaba, «la clave es la practica y en la primera estaba un poco nerviosa. Todo es diferente, operas mirando por un microscopio y por ello has de adoptar incluso una postura diferente. Además, debes operar realizando los mínimos movimientos, todo es muy diferente», añadió.

 

 

Un caso extremo: El navegante que se amputó ocho dedos con los winches

 

Tras una operación con dos equipos al unísono, recuperó la funcionalidad en ambas manos.

 

La doctora Mora, junto a sus compañeros los cirujanos Salvà, Lirola y Villafranca, entre otros, son los encargados de abordar las complicadas intervenciones de microcirugía para reimplantar miembros amputados que requieren de la utilización de un material microscópico y de una paciencia y precisión no al alcance de todo el mundo.

 

Cuando se le pregunta por la operación más extrema en la que tuvo que intervenir, enseguida le viene a la memoria la de aquel amante de la náutica que perdió ocho de sus diez dedos en los winches del velero en el que estaba navegando.

 

«La mano izquierda llegó major porque los dedos venían con piel (colgando de la mano, no separados). Los cuatro dedos de la derecha, por el contrario, nos los trajeron todos ellos amputados en un bote con hielo. Y además, al estar directamente en contacto con el hielo venían congelados y, por tanto, más estropeados», señala.

De esta manera recordaba la recomendación de que es cierto que hay que llevar el miembro amputado conservado en frío al hospital para su reimplantación, pero que nunca ha de llevarse en contacto directo con el hielo, que el tejido humano se congela y que estructuras de la piel como los vasos y los nervios se estropean con ese frío extremo añadiendo más dificultad a su reimplante.

 

«Le operamos en la postura de Jesucristo, con los dos brazos extendidos, un equipo quirúrgico para cada mano formado por dos cirujanos y un instrumentista más el anestesista y su enfermera más otra enfermera para ayudar, en total nueve personas para una operación que se prolongó durante ocho o nueve horas», rememora.

 

En estos casos hay que estar muy vigilantes en las 24 horas posteriores a la intervención para detectar si los dedos se ponen blancos, indicio de que la intervención no ha ido bien porque las arterias se han vuelto a cerrar y no hay flujo sanguíneo, una situación que obligaría a volver a pasar por el quirófano.

 

En este caso concreto, el navegante accidentado recuperó la funcionalidad en tres de los dedos reimplantados en su mano izquierda y en dos de la derecha. La doctora Mora subraya que es necesario ser constante en el trabajo con el fisio tras la operación, algo que le permitió a esta persona seguir realizando lo que es su auténtica pasión: navegar a bordo de su velero.

 

 

 

 

Fuente: Diairoo de Mallorca - 03.01.2021